A AQUEL QUE, EN SOLEDAD,
AMAMOS TANTO
SONETO
Oh, tú, hermosa cadena que desatas,
-en vez de atar-, torrentes limpiadores,
que desinfectas, quitas los olores
de la feroz batalla que destapas…
Desde este noble asiento, -aunque sin patas-,
¡cuántos momentos tan liberadores
de las necesidades más innatas
y los estruendos más aterradores!
Que no hay quien se resista a tus encantos:
ni damas, ni señores, ni doncellas,
ya sean pobres, nobles, feos, bellas…
Que no hay lugar que nos iguale tanto
que este habitáculo y esta faena.
Llegado el fin, ¡tira de la cadena!
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