Y AQUÍ ESTOY YO
Me adentro en el pasillo de tus ojos
como si fuera un dolmen,
buscando en los ancestros
un trozo de ternura desvalida.
Y, en este encuentro a ciegas,
reviso el horizonte,
una voz carcomida por lo oscuro,
una línea plegada en el vacío.
Y asusta la oquedad
silenciosa y precisa de tus ojos,
que me convocan siempre a las heridas.
Yo nunca sé si el largo recorrido
me llama o me destruye.
Pero tengo brazos de árbol
en las tardes de lluvia,
cuando el amor no llama
y la palabra hiere a los papeles,
sobre la piel sin nombre
y sin tormenta.
Y me adelgazo,
gris, como el otoño,
cansada, a veces,
sola, en la desnuda
penumbra del silencio y de la sombra.
Y asusta la oquedad
silenciosa y precisa de tus ojos.
De mi libro «Conjuración de ausencias. Arcanos, desamores y batallas»
El poema en mi voz:
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