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  • Foto del escritorIsabel Bermejo

«RUMOR DEL AGUA», Pablo Quintela



«RUMOR DEL AGUA», Pablo Quintela

Aliar ediciones (febrero, 2023)




El agua discurre tranquila por su cauce de fuente, manantial, río o mar, a través de la palabra poética del leonés Pablo Quintela, en este libro, publicado en febrero de 2023 por Aliar ediciones, compuesto por 35 poemas breves que fluyen en armoniosa unidad, como pequeñas gotas de agua que salpicaran la página en blanco.

En una primera lectura, nos deja una impronta fresca y serena, como reflejo superficial del agua que transcurre en calma. Pero el agua guarda misterios en sus profundidades, más allá del brillo de su superficie, y es preciso sumergirse en ellas, bucear en sus mundos subacuáticos para oír los latidos que esconden las palabras. Y son precisamente las nuevas relecturas las que nos conducen a las claves de este potente símbolo del agua en la poesía de todos los tiempos, que recorre todo el poemario:


«La palabra es como el agua:

eternidad en fuga».


Por ello, la necesidad de la palabra poética, que otorga permanencia a esta inevitable fugacidad del tiempo, de la vida:


«El paso de la vida

se muestra en un murmullo».


Son diversos los elementos relacionados con el agua, los que aparecen en el poemario y abarcan las formas primigenias de este elemento natural, que se convierten en metáforas o símbolos literarios que casi toman forma de arcanos que hay que ir descifrando:


río: agua que transcurre por un cauce, la vida que corre hacia adelante.

estanque: agua en ondas que se desvanecen, instante, brevedad.

manantial: nacimiento, origen, vida nueva.

espuma sobre el mar: tiempo fugaz que rápido se desvanece.

olas del mar: empuje de la pasión, también fugaz, peligro, «realidad que pronto claudica».

agua estancada: muerte.

Y como dice el poeta:


«Definamos en un instante la realidad.

O eres ola, o eres río o agua estancada».


Todo ello nos recuerda a ese elemento temático que es el agua y que ha ido atravesando la poesía desde las antiguas mitologías, como elemento regenerador de la vida, simbolizando la fecundidad femenina, pasando por la tradición medieval, en la que se consideraba el mar como símbolo de peligro y muerte. Recordemos a Jorge Manrique, que identifica la vida con «los ríos que van a dar en la mar, que es el morir», el fluir de la vida en el tiempo. O a Machado, con ese agua cristalina de las fuentes, agua que representa la verdad, el conocimiento, la vida; al propio García Lorca y el agua estancada en los pozos, símbolo de la vida que no transcurre, que se emponzoña y que conduce a la muerte. O a Juan Ramón Jiménez, con su significado metafísico del mar…

Pero en Pablo Quintela, si «el agua nos avisa del paso del tiempo», también representa transcurso y viaje a través de la vida, que deja atrás la infancia, esa «voluntad sin forma» que ahora es «manantial cegado/ por el paso de los días». Y la madurez conlleva despojarse, desnudarse, romper el silencio a través de la palabra que se va consolidando y que busca un lugar en el mundo, que necesita permanecer:


«Como el pájaro quiero romper

el silencio que me atrapa».


«Tirar mis alas cortadas al vacío,

echar mi voz al aire,»


La palabra no como sanación ―un clásico en la poesía― sino como permanencia ante el devenir y la fugacidad de la vida, pero también como huella que el poeta maduro quiere dejar en el camino, a través de la poesía, apropiándose de la palabra. De una poesía que nada tiene de anecdótica, sino todo lo contario: de palabra inmaterial, que busca la sustancia, lo transcendental, a través de una escritura que fluye con lenguaje sencillo, sin hermetismo, con una voz personal, delicada y frágil que anhela plenitud, moviéndose en planos etéreos como el agua, el aire y la «luz volátil».


«Somos tres realidades en un mismo

espacio:

plenitud inmaterial,

rumor incesante

y deseo inalcanzable.

Luz, agua y hombre.

Hombre, agua y luz».


Y como bien dice el poeta:


«Entre la luz y el agua

nace la poesía:

palabra que se escribe

mientras se escapa».


Un poemario en el que sumergirse y fluir con la palabra, disfrutando de esa mirada interior tan personal del autor. Una visión particular que reflexiona y se expande como ondas al tirar una piedra en el estanque.


Imagen: solapa interior del libro


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